Continuando con la idea de plasmar por medio de estos post los principios básicos de una bella y armoniosa decoración es obligación hablar del establecimiento de la temática elegida para ambientar las habitaciones.
El secreto radica en utilizar recursos que acentuados o disimulados de acuerdo al gusto particular del decorador permitan generar sensaciones tales como movimiento o funcionalidad de los ambientes.
Para lograr esta idea concretamente el primer paso es aplicar el principio de repetición. Básicamente se refiere a hacer uso del mismo elemento en varias oportunidades en un espacio.
Esta repetición no se aplica a los accesorios, es un concepto mucho más amplio que tiene como referencia los colores, texturas o patrones generales.
Por otra parte, la progresión tiene su fundamento en el aumento o la disminución de las virtudes o defectos de un elemento específico. Un grupo de vasijas de jardín idénticos en su aspecto pero con diferentes medidas es un ejemplo claro.
Dejando de lado las dimensiones, es muy común encontrar aplicado el principio de progresión en la pintura. Un mismo color que esté plasmado en las paredes con diferentes tonalidades es muestra fehaciente de una progresión.
El tercer aspecto correspondiente a la conformación de una temática decorativa es la transición. Es tal vez el concepto más difícil de explicar y a su vez aplicar correctamente a los ambientes.
Para que el efecto producido por la transición sea acertado, el mismo debe llevar a los visitantes a desplegar la vista suavemente por cada espacio de la habitación. Es una técnica que intenta lograr cierta armonía, evitando sobresaltos en la decoración.
Las líneas curvas delicadamente aplicadas, como por ejemplo las arcadas para conectar un ambiente con otro, son ideales para satisfacer este principio.
Así como ocurre con el compartido caso del equilibrio decorativo, la temática se terminará definiendo por decantación al aplicar estos principios básicos desarrollados con anterioridad.