Muchas veces las personas se limitan a sí mismas por creer que algunos pequeños trabajos hogareños o manualidades relacionadas a la decoración son demasiado difíciles de ejecutar.
Lo cierto es que con un poco de motivación y una breve guía para incitar a la acción es suficiente para elaborar artesanalmente desde adornos hasta los proyectos mas ambiciosos.
En esta oportunidad se hace referencia a una técnica con origines discutidos pero que ha perdurado con el paso del tiempo. Se trata de pintar artísticamente la vajilla para darle un toque personalizado.
Para comenzar, es necesario y a manera de práctica, experimentar con aquellos platos de vidrio transparente que no sean parte de la vajilla destacada del hogar. Cualquiera de estos elementos, sin importar el tamaño, son una buena forma de iniciarse dentro de esta técnica.
La limpieza previa de cada pieza utilizando alcohol y frotando la superficie reiteradamente es fundamental para seguir adelante con el proyecto. Si el vidrio no queda impecable, una vez pintado será imposible quitarle la suciedad.
Una vez que la superficie de vidrio se encuentre libre de grasa, aceites y huellas es momento de comenzar con el dibujo. Utilizando un lápiz de pintor o carpintero, se comienza a trazar el diseño seleccionado en la parte posterior del plato de vidrio.
Teniendo en cuenta que al verse desde la cara principal el diseño variará y su disposición será totalmente opuesta al dibujo original, como si fuera el reflejo de un espejo, se recomienda realizar con prudencia y tranquilidad cada trazo.
Concretado el proceso de dibujo, se comienza a aplicar la pintura. Cabe aclarar que no todas las pinturas son iguales y, de acuerdo a las características de secado propias de cada una, es inevitable respetar el tiempo necesario entre una aplicación y la siguiente. Obviamente, siempre y cuando la superficie precise de dos o más capas.