Una tijera arriba de la mesita de la sala de estar, lápices sobre la alfombra olvidados por los niños, la cinta que se utilizó para envolver un regalo, en fin, son cientos los pequeños objetos que pueden sumar su propia cuota de desorden a un caos generalizado.
Las cajas pueden ser la solución para ordenar, organizar el ambiente y acceder rápidamente a aquellos elementos prácticos, de tipo común y generales para toda la familia como anotadores, pequeños almanaques, marcadores, broches metálicos y otros tantos existentes.
Lamentablemente y pese a su utilidad y los diferentes diseños disponibles, las cajas no brindan el toque decorativo deseado como tampoco lo hacen los contenedores plásticos y otros elementos destinados a almacenar los objetos.
Por suerte, una creativa novedad permite almacenar los pequeños objetos de forma elegante e intelectual. Manteniendo la fachada de un grupo de libros prolijamente ordenados, se esconde una caja de mediano tamaño camuflada a la perfección por esas piezas literarias.
Las tapas de los libros corresponden a una misma caja o unidad de almacenamiento, la que se puede abrir desde la tapa del primero de los libros de la “colección”. De manera notable los estantes lucirán siempre ordenados y limpios gracias a esta pequeña cámara secreta.
Seguramente esta idea será reiteradamente reprochada por los intelectuales que, tentados por alguno de los llamativos libros expuestos, proceda a leerlo. La sorpresa será inmediata, al igual que la desazón no poder acceder a los ansiados párrafos del libro.
Si bien el producto original tiene muchos detalles que lo convierten en un engaño perfecto, es posible también copiar la idea y llevarla a cabo con elementos existentes en el hogar. Después de todo, sólo se precisa una pequeña caja, algunas tapas de libros que repetidos, rotos o en desuso, pegamento y una pizca de creatividad.
