Las fiestas representan oportunidades únicas para dejar volar la imaginación en convertirnos en creativas mentes en busca de novedades, ocurrencias y detalles que estéticamente logren marcar una diferencia en relación a todo lo conocido con anterioridad. Si bien son elementos clásicos, improvisadas hieleras pueden causar un singular atractivo entre los asistentes al alegre evento.
Más allá de cumplir su función de preservación y suministro libre de las barras o pequeñas unidades dispuestas para refrescar las bebidas, una gran variedad de objetos, formas y tamaños pueden adaptarse para ser utilizados con ese fin. Vintage, rústicas o con técnicas de bricolaje aplicadas, cada una goza de su propio encanto.
Las improvisadas hieleras son básicamente recipientes de tamaños considerables que no solo permiten almacenar hielo, deben ser capaces también de albergar algunas botellas o latas de medidas habituales, permitiendo que las mismas se lleven enfriando o manteniendo dentro. Es por eso que desde el punto de vista estético no existen límites.
Todo objeto que pueda cumplir con esa premisa es apto para funcionar como una improvisada hielera. Fabricar o disponer de una gran caja de madera es suficiente. El resto se trata solo de realizar algunos apliques estéticos que sean acordes a la temática de la fiesta, en el caso que exista alguna.
Caso contrario, al dejar la caja en su estado natural se logra un aspecto rústico vintage que puede encajar perfectamente en cualquier ambiente, sobre todo al aire libre. Justamente, es en espacios verdes o jardines donde las improvisadas hieleras pueden adaptarse utilizando una vieja carretilla.
Es necesario en este caso higienizar previamente el fondo de ese objeto y, en caso de ser necesario, cubrirlo con un plástico. La ventaja de las carretillas es que al ser generalmente fabricadas en metal, provocan una mayor proliferación del fío, ayudando a que el contenido de las improvisadas hieleras pueda ser mantenido durante mayor cantidad de tiempo.