Los colores con los que se pintan las habitaciones de la vivienda son directamente muestras de personalidad y están relacionados con significados psicológicos; afectando y potenciando directamente los estados de ánimo y las sensaciones.
Si bien estamos haciendo referencia a una generalidad experimentada por un gran número de personas, es necesario aclarar que pueden existir excepciones y lo que un color genera a la mayoría, no necesariamente lo hará en el total de las personas.
De igual manera que con otros aspectos de la vida, los colores también adquieren diferentes significados y afectan de formas distintas según la edad, el género, la religión y otras características subjetivas.
Diferenciándose de otros componentes que conforman la decoración del hogar, la pintura no debe tomarse como una tendencia o una moda. Los colores no tienen fecha de vencimiento y el secreto radica sencillamente en combinarlos a elección de los habitantes del hogar.
El poder que poseen los colores no sólo radica en su propia esencia. Tienen la capacidad además de modificar la percepción en relación al tamaño de un ambiente. En muchos casos condicionan a los adornos o muebles a utilizar dependiendo del color elegido para poder combinarlos y que convivan en armonía.
Para facilitar el proceso de selección de los colores a utilizar, es importante informarse sobre los efectos generales que cada color genera en una habitación. Es realmente increíble apreciar cómo el mismo ambiente cambia radicalmente sólo con variar las tonalidades del color elegido para dar vida a las paredes.
Los colores pueden clasificarse fácilmente en tres grandes grupos en base a su interacción con el espacio. Presentándose como activos, pasivos y neutrales, pueden ser combinados y obtener a través de los mismos los efectos emocionales deseados.
Por dar un sencillo ejemplo, puede afirmarse que los tonos claros ayudan a ampliar los espacios, mientras que las tonalidades más oscuras suelen verse más cálidas y sofisticadas.