Hay una realidad que nadie puede cambiar. Cuando el lugar de residencia no varía y las habitaciones siguen siendo las mismas durante algunos años, acumular objetos que se adquieren y mantener cierto atractivo estético respetando el diseño y decorado original de los ambientes se torna una complicación. Es por eso que, si no se puede impedir, nada mejor que intentar controlar el desorden.
Si bien las dimensiones no se cambiarán por arte de magia y los espacios disponibles para el almacenamiento de artículos seguirá siendo el mismo, existen algunas técnicas tendientes a apaciguar los permanentes embates generados por los objetos diseminados en cada rincón de la casa.
Una de las principales maneras de controlar el desorden parte desde un concepto relacionado a la psicología y basado específicamente en la dilación. Se trata básicamente de utilizar la técnica de fracciones de tiempo durante los cuales intentar ordenar, iniciando la prueba, por ejemplo, con veinte minutos dedicados a dicha tarea. Aunque parezca extraño, ese tiempo genera, en la mayoría de las personas, deseos de continuar durante más tiempo con la actividad.
Una vez que las ganas no son un impedimento para controlar el desorden, comenzando o continuando por los espacios más visibles, aquellos que suelen estar expuestos y abruman al aspecto general de la habitación. Es preferible comenzar por ordenar la sala principal que la ropa que se encuentra desordenada dentro de un ropero.
Cuando la visual general del hogar presenta ciertas mejoras con respecto a controlar el desorden, la autoestima se eleva y la predisposición a trabajar también en los detalles ocultos es aún mayor. Por otra parte, algo de música de fondo o la compañía de alguna persona de agradable diálogo favorece al desarrollo de la actividad como algo reconfortante, no tedioso.
Tomar nota de las áreas en las que ya se ha podido controlar el desorden y establecer los siguientes espacios a ordenar es una excelente idea para mantener una alentadora guía que además refleja los avances obtenidos.