A diferencia de otras como las tradicionales francesas, las cocinas americanas priorizan la funcionalidad por encima del resto de los aspectos, pero buscando integrar este ambiente con otros existentes en el hogar.
Convencionalmente las cocinas de antaño estaban totalmente aisladas del resto de las habitaciones, algo totalmente contrario al intento de las cocinas americanas por integrar salas principales y comedores a éstas, formando un único ambiente de grandes dimensiones.
Al unificar espacios, las personas a cargo de preparar los alimentos pueden interactuar con el resto de las familias durante el proceso de elaboración de las comidas. Es habitual ver a familias completas desayunando en la propia cocina, dependiendo siempre de las generosidades dimensionales de la habitación.
Están orientadas primordialmente a la practicidad, donde está todo preparado para facilitar las tareas y ganar tiempo durante los preparativos, algo que tal vez atente un poco a la preparación de recetas más sofisticadas.
La mayoría de las cocinas americanas están provistas por una barra que sirve de desayunador o por el deleite de comidas rápidas, pero que finaliza siendo un lugar de encuentro, de reunión entre el o la cocinera de turno y el resto de la familia.
El objetivo principal de este tipo de cocinas es brindar confort y modernidad, algo que puede generar mayores gastos que cocinas tradicionales por la necesidad de renovar en mayor medida los electrodomésticos y otros artefactos.
Las principales ventajas de una cocina americana son la interacción con el entorno al momento de cocinar, el aprovechamiento de espacio y ahorro de tiempo y una limpieza mucho más sencilla que en el caso de cocinas convencionales.
Como aspectos contrarios vale la pena destacar que no es recomendable para familias numerosas, provocando una catastrófica reducción de los espacios para cocinar.
Al no contar con paredes divisorias, los olores, ruidos y puede resultar demasiado incómodo; además de una visión completa de lo que ocurre por parte de los invitados.