La decoración cubana, sobre todo en épocas previas a la Revolución, se caracterizó por recrear imágenes y motivos tropicales signados por el lujo y la ostentación.
Su calidez innata y la destreza de los decoradores de antaño para integrar elementos naturales y detalles vintage a cada espacio le han dado una reputación internacional digna de su originalidad y buen gusto.
Cuba es una tierra en la que la fina arena, la impresionante tonalidad del mar y la flora autóctona son una constante. Por lógica y basada en sus virtudes naturales, las ambientaciones de estilo cubano clásico utilizan al entorno para establecer colores de base y otros apliques.
No es casualidad que las imágenes y adornos de palmeras sean ineludibles y que colores como azul, coral, amarillo, naranja o verde sean los predilectos para pintar las paredes de habitaciones principales.
El brillo de estos colores debe ser sabiamente combinados con otros como caqui, crema o simplemente blanco. El contraste de ambos permitirá que el ingreso de los rayos solares le dé luz y vida a los ambientes; algo natural teniendo en cuenta que es una región en la que el astro rey está presente prácticamente durante todo el año.
Los adornos ideales son aquellos que hayan sido costosos o clásicos entre las décadas del treinta y el cincuenta. Los detalles cromados, el vinilo y pinturas relacionadas a las calles cubanas, con la presencia aún de autos antiguos en circulación, aportan elegancia y calidez.
Las vasijas de arcilla y los bloques de terracota utilizados para pisos y revestimientos pueden actualmente disfrutarse en viviendas de este país caribeño. Aplicados a hogares más modernos le dan un efecto distinto, trasladando imaginariamente el ambiente a esas calurosas tierras.
Para completar una ambientación cubana es fundamental colocar cortinas blancas o traslúcidas, ya que se las relaciona directamente con las elevadas temperaturas reinantes en la isla.